Muchos médicos de los hospitales de Miranda, Corinto y Caloto, en el norte del Cauca, ya no recuerdan la última vez que su trabajo estuvo marcado por la angustia de escuchar disparos y explosiones; tampoco logran dar fechas exactas de la última ocasión que sobre sus manos reposaron cuerpos destrozados por el terrible actuar de la guerra.
Ellos no recuerdan esos momentos porque, al igual que la ciudadanía de esas zonas azotadas por el conflicto entre el Estado y las Farc, quieren arrancar de su memoria las secuelas que les dejó la confrontación armada.
Y, además, porque con el inicio de los diálogos de paz y su posterior firma, en esos hospitales de baja complejidad disminuyó considerablemente la atención de heridos de guerra. “Eso cambió nuestra dinámica y nos abrió un horizonte inimaginable”, dice Beatriz Bohórquez, gerente de la Empresa Social del Estado (ESE) Norte 2 del Cauca, entidad que agrupa a los centros asistenciales de Corinto, Miranda, Caloto y Guachené.
Sobre estos municipios, el Frente Sexto de las Farc recargó durante un largo periodo su accionar militar y los enfrentamientos, carros bombas, bombardeos, hostigamientos y tomas militares eran pan de cada día.
“Yo soy corinteña e inicié como auxiliar de enfermería hace más de 18 años y en ese tiempo las cosas acá eran muy complicadas: en medio de la atención de pacientes teníamos que agacharnos para no ser alcanzados por las balas, porque atacaban hasta a los hospitales. En días de enfrentamientos no dábamos abasto para atender a tantos heridos”, relata Beatriz.
Y es que sobre estas estructuras, de no más de 1900 metros cuadrados -casi una cuadra entera-, reposan todavía las marcas de la guerra: impactos de bala en las paredes y un sinfín de historias, que hoy son solo eso, historia.
“Una vez un comandante quedó mal herido y nosotros estábamos atendiendo una emergencia en una vereda, cuando llegó la guerrilla y se llevó a los doctores y enfermeros. A raíz de eso, los otros médicos ya no subían más a la parte rural”, cuenta Carlos Girón, conductor de la ambulancia del hospital de Miranda.
Rememora también que en muchas ocasiones cuando había combates en la zona rural le tocaba salir solo en su vehículo. “Lo más triste era ir en el camino y ver cadáveres y heridos en la vía. Por esa situación, teníamos problema tanto con la Fuerza Pública como con la guerrilla; porque ambos nos acusaban de favorecer al bando contrario”.
La tensión sobrepasaba los límites de la acción. “En la guerra teníamos dificultades por todos lados, gracias a el estigma que eso genera ningún médico quería venir a estos municipios del norte del Cauca, entonces había carencia de profesionales, pero las urgencias no daban espera. En ocasiones a las mismas enfermeras nos tocaba coger carros y salir a lo que marcara para Cali porque sino los pacientes se nos morían”, añade Beatriz.
Más allá de los problemas que generaba la guerra en estos municipios, los ciudadanos que clamaban salud vivían su lucha aparte. “Muchas veces esperábamos atención en urgencias, pero entraban personas muy heridas por los enfrentamientos y pasaban de primero”, señala Silvio Rivera, presidente de la Liga de Usuarios de Miranda.
Mientras eso ocurría en las salas de espera, en las áreas de reanimación la situación tampoco era muy alentadora. Gil Mesías, médico de Corinto, deja salir tímidamente alguna vivencia de su baúl de los recuerdos:
“No había paz en las montañas y no había paz entre nosotros. Con cada anuncio de enfrentamientos la angustia era demasiada por dos cosas; una, porque en cualquier momento podían venir por nosotros; y dos, porque se generaba un ambiente de tensión por la masiva llegada de heridos”.
Así, de esta manera, estos municipios vivieron varias décadas bajo un conflicto que detonó en 1966 y finalizó el 26 de septiembre del 2016 con la firma del acuerdo de paz.
Aunque mucho antes de esa fecha la situación sobre las faldas de la Cordillera Central ya había cambiado sustancialmente. Julio del 2014 en Miranda; octubre del 2015 en Caloto; y agosto del 2016 en Corinto. Esas son las fechas en que a estos hospitales ingresó el último herido por causa de la guerra. Como los médicos no logran recordarlo, es necesario revisar el archivo médico de cada centro asistencial para confirmar el momento en que el miedo perdió su papel protagónico.
Sin el conflicto ocupando el primer lugar, los hospitales de la ESE Norte 2 del Cauca fueron objeto de una gran reestructuración: en lo físico, se eliminaron las rejas que servían como ‘protectoras’ de los médicos, pues separaba el área de consultorios con las salas de espera, donde en muchas ocasiones llegaban los actores armados en búsqueda de atención. En lo conceptual, los planes médicos se centraron en la prevención y no en la curación de la salud. En lo profesional, el ambiente propició la llegada de decenas de médicos y por primera vez en muchos años hay más oferta que demanda de doctores.
“Antes el 80 % de las actividades se concentraba en remediar y salvar vidas, hoy es al contrario, el 90 % de las actividades se concentran en hacer acciones de promoción de la salud y consultas programadas y el 10 % son casos de urgencia, pero diferentes al conflicto armado”, explica Beatriz.
El pasado lunes 29 de enero, ese era el semblante en los hospitales de Miranda, Corinto y Caloto. En las salas de urgencia la sangre no era protagonista y en los espacios de consulta general la mayoría de personas esperaban su turno para ser atendidos, pero en sus preocupaciones ya no había cabida para la angustia que les producía la guerra.
“Yo creo que esto ha sido una oportunidad que nos ha permitido plantear un modelo más cerca de las comunidades, la guerra nos obligó a quedarnos en los cascos urbanos y hoy estamos haciendo un trabajo de reconstrucción de infraestructura, dotación y formación del recurso humano para poder ir a las veredas a las que antes no podíamos hacer presencia”, relata Lucy Amparo Guzmán, secretaria de Salud del Cauca.
El dinero que antes era invertido en la guerra ha encontrado un mejor propósito en la ESE Norte 2 del Cauca. En Caloto, Corinto y Miranda se adelanta un proceso de renovación en la estructura y la adquisición de nuevos equipos médico; en Guachené recientemente se construyó un nuevo complejo hospitalario.
“Para nosotros era muy costoso el nivel social que dejaba la guerra, contrario a lo que pasa hoy con las campañas de prevención”, añade la Gerente de la ESE.
Dichas campañas se han tomado la zona rural y los 26 médicos generales y personal de salud que en la actualidad trabajan en la ESE Norte 2 del Cauca han llevado sus servicios a veredas que estaban eclipsadas por la rutina del conflicto.
“Todos mis recuerdos cuando ejercí como enfermera están asociados a la guerra. No salen de mi cabeza episodios como la toma armada a Corinto durante el día del mercado el 19 de julio de 2009 o el asesinato de una enfermera dentro del hospital de Miranda, pero hoy estoy siendo partícipe de una nueva historia; estamos redescubriendo nuestras zonas rurales y en vez de estar preocupados por episodios del conflicto, el esfuerzo está centrado en temas como la atención de embarazos. La vida poco a poco está reemplazando los escenarios de muerte”, comenta Abellanid Quintana, coordinadora del hospital de Miranda.
Tanto para ella, como para gran parte de la población del norte del Cauca, los recuerdos de la guerra cada día son más débiles. Ya no hay espacio para pensar en las secuelas que dejó sobre esa región de Colombia el conflicto armado; ahora, hay un propósito colectivo de dejar ese capítulo atrás y empezar a escribir un nuevo episodio de la historia.
Nota tomada de elpais. com