En la vorágine de la política moderna, una constante ha permanecido inalterada a través del tiempo: la desconexión entre los gobiernos y la ciudadanía. La campaña política, ese bullicioso periodo donde los candidatos recorren calles, plazas y redes sociales, promete un cambio, una cercanía y una escucha activa que rara vez se mantienen una vez que los votos han sido contados y las elecciones ganadas. ¿Qué sucede en ese abismo que se abre entre los discursos de campaña y la fría realidad del poder? La respuesta, lamentablemente, parece estar en la desconexión y la falta de comunicación efectiva.
La comunicación en tiempos de campaña
En tiempos de campaña, los candidatos políticos son maestros de la comunicación. Manejan con destreza los lenguajes verbales y no verbales, ajustan sus mensajes según el público y utilizan las herramientas digitales para llegar a cada rincón de la sociedad. Prometen ser la voz del pueblo, escuchan atentamente las preocupaciones de los ciudadanos y aseguran que sus puertas estarán siempre abiertas. Sin embargo, una vez en el poder, esa dinámica cambia dramáticamente. Los gobiernos se encierran en sus burbujas burocráticas, rodeados de asesores y expertos que, aunque competentes, a menudo carecen de una conexión real con la vida cotidiana de la gente común.
El problema no es solo la falta de comunicación, sino la naturaleza misma de la comunicación que se intenta llevar a cabo. Los mensajes se vuelven técnicos, los discursos se llenan de jerga política y administrativa, y las decisiones se anuncian sin un contexto claro que permita a los ciudadanos comprender el porqué de cada medida. En lugar de mantener una conversación continua y abierta, los gobiernos tienden a hablar desde un pedestal, olvidando que la comunicación efectiva es un diálogo, no un monólogo.
Esta desconexión tiene consecuencias graves. La falta de comunicación clara y transparente alimenta la desconfianza y la apatía. Los ciudadanos, que se sintieron valorados y escuchados durante la campaña, se sienten ahora ignorados y desilusionados. Este desencanto se traduce en protestas, en una menor participación electoral y en un creciente escepticismo hacia la política y los políticos en general.
Gestión de crisis: un reflejo de la desconexión
Un claro ejemplo de esta desconexión es la manera en que se gestionan las crisis. En situaciones de emergencia, la comunicación gubernamental se vuelve crucial. Sin embargo, es precisamente en estos momentos cuando más evidente se hace la desconexión. Los mensajes son tardíos, confusos y, en muchos casos, contradictorios. La población queda desinformada y, lo que es peor, desprotegida. La falta de una comunicación clara y coherente no solo genera caos, sino que también mina la credibilidad del gobierno.
Para reconectar con la ciudadanía, los gobiernos deben adoptar una estrategia de comunicación política que vaya más allá de los anuncios y los discursos oficiales. Deben abrir canales de comunicación bidireccionales, utilizar las redes sociales no solo para informar, sino para interactuar y responder a las inquietudes de los ciudadanos en tiempo real. Es fundamental humanizar los mensajes, hacerlos comprensibles y relevantes para la vida diaria de las personas.
Transparencia y confianza: pilares fundamentales
Además, la transparencia debe ser una prioridad. Explicar el porqué de cada decisión, mostrar los procesos detrás de las políticas públicas y reconocer los errores cuando se cometen, son pasos esenciales para reconstruir la confianza. Los gobiernos deben recordar que la comunicación no es solo una herramienta para gobernar, sino una obligación moral hacia aquellos a quienes sirven.
Una oportunidad para el cambio
En conclusión, la desconexión entre los gobiernos y la ciudadanía no es una inevitabilidad, sino un fallo que puede y debe ser corregido. La comunicación efectiva es la clave para un gobierno que no solo gobierne, sino que también entienda y responda a las necesidades de su pueblo. Los gobiernos deben dejar de hablar a la gente y empezar a hablar con la gente. Solo entonces podrán cerrar ese abismo que hoy los separa de aquellos a quienes prometieron servir.
La era digital ha traído consigo herramientas sin precedentes para la comunicación, y es imperativo que los gobiernos las utilicen de manera efectiva y ética. La transparencia, la empatía y la interacción constante no son solo buenas prácticas de comunicación política, sino los pilares sobre los cuales se puede construir una verdadera democracia participativa. Es hora de que los gobiernos se reconecten con la gente y cumplan con la promesa de ser verdaderamente representativos y responsables.
Juan José Salamanca Villegas
@juanjosesalamancav
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