La llamada “Paz Total” es una de las apuestas más importantes del presidente Petro. Hasta ahora el país conoce que, para desactivar las violencias, buscará negociar la paz con grupos armados de carácter político y desmovilizar las bandas criminales por medio de un beneficioso sometimiento a la justicia. Al respecto, Indepaz muestra como ambas clases de estructuras se encuentran en Popayán: el ELN, las AGC y disidencias del Bloque Coordinador de Occidente realizan algún tipo de acción dentro de la ciudad.
Pero, es importante señalar que mientras en la ruralidad caucana gran parte de la presencia de estos actores está asociada con el control sobre los cultivos de coca y la producción de cocaína, en Popayán su injerencia es principalmente indirecta y con el interés de emprender negocios a partir de los flujos de dinero provenientes de estas rentas. Dicho de otra manera, la capital se está convirtiendo en un eslabón más dentro del encadenamiento de la economía del narcotráfico.
El efecto de esta situación es como el licor; las sociedades que lo consumen pasan de la embriaguez a la resaca. Varias ciudades del país ya lo sufrieron en el pasado: primero gozaron del efímero esplendor y luego tuvieron que soportar el guayabo por los cientos de muertos sobre sus calles. En Popayán, deslumbrando con sus excesos, de a poco se ha ido introduciendo en las dinámicas culturales y comerciales, provocándole un estado de trance en donde paralelamente empiezan a aparecer crímenes que, como el sicariato, antes no se registraban en la ciudad y se convierten en señales de alarma hacia el futuro. Al respecto, según la Policía Nacional los homicidios pasaron de 57 en 2016 a 72 para 2022.
Todo lo anterior refleja la importancia del contexto urbano en la búsqueda de la Paz Total. Sin embargo, a pesar de su enorme incidencia, Popayán comociudad parece estar invisibilizada. Empezando porque no tiene una Alerta Temprana formulada por parte de la Defensoría del Pueblo; a su vez, desde el Gobierno Nacional no hay claridad sobre las políticas que en esta materia pondrá en marcha; y, a nivel local en el Plan de Seguridad y Convivencia Ciudadana tampoco se presenta un abordaje riguroso frente a la problemática.
La verdad sea dicha, históricamente las ciudades no han tenido un lugar preponderante dentro de las políticas de paz en el país. Así se evidencia desde el PNR de Betancur (1982-1986) que, en esencia, continuaron Barco (1986-1990) y Gaviria (1990-1994); pasando también por la estrategia Plante de Samper (1994-1998), el Plan Colombia de Pastrana (1998-2002), la Política de Seguridad Democrática de Uribe (2002-2010) y el Acuerdo de Paz de La Habana durante el Gobierno Santos. Todas centraron sus intervenciones en las zonas rurales dejando a un lado las situaciones urbanas.
Hasta la fecha y a pesar de haberse decretado el Cese Biliteral al Fuego, la Paz Total no ha logrado detener la violencia en el Cauca; de hecho, junto con Nariño son los departamentos con más casos de incumplimiento a este acuerdo. A pesar de la compleja situación, la esperanza de paz para nuestro territorio merece seguir siendo respaldada; la guerra no es una opción, nos roba el futuro por cuenta de su impacto humanitario y económico.
En ese sentido, poner a las ciudades como ejes para el despliegue de la Paz Total puede salvar vidas y constituirse en una intervención significativa sobre las lógicas alrededor de las economías ilegales. Para el caso de Popayán, se debería empezar incluyéndola como municipio PDET; aunque no registra cultivos de coca, si es receptora de un número importante de desplazados y también debe afrontar las tensiones alrededor del narcotráfico.