Ayer, 27 de julio de 2024, se celebraron las turbulentas y polémicas elecciones a la presidencia en Venezuela, donde se enfrentaban dos polos opuestos: cambio vs. continuismo, libertad vs. opresión, democracia vs. tiranía. La lógica nos conduce a que la opción más apetecida sería la que representa el cambio, la libertad, la democracia y, por supuesto, los electores se movilizaron bajo esos motivantes; pero las cosas no son tan sencillas. La lucha por el poder no es tan fácil.
La cruda realidad de Venezuela
Para ningún lector o internauta es un secreto la turbulenta historia moderna de la política y democracia del vecino país latinoamericano. Solo basta con observar la desbordada migración de personas venezolanas que da la vuelta al mundo para evidenciar los estragos de un régimen dictatorial (se estima que más de 7 millones de venezolanos han salido de su país).
Si queremos, podemos llevar nuestra memoria más allá, hacia los desastrosos hechos que ha vivido Venezuela y su pueblo, como el desplome del sector privado y el aumento dramático de la inflación (en junio de este año la inflación anual acumulada alcanzó el 51,4%), la quiebra de PDVSA, donde se estima que el “saqueo” financiero podría llegar hasta 3 veces el presupuesto fiscal de Venezuela, la constante represión política que, según datos en 2019, llegaba a más de 1.270 retenciones arbitrarias y en 2024 ascendería a 270 presos políticos pertenecientes a sectores opositores, entre muchas otras circunstancias negativas que golpean a Venezuela.
La novela geopolítica de Venezuela
En este escenario, la narrativa del poder en Venezuela se asemeja más a una novela de intriga geopolítica, con giros y sin final dignos de una obra de estilo Shakesperiano. La pregunta que muchos se hacen es: ¿Cómo ha logrado un régimen con tan evidente desprecio por los derechos humanos y la democracia mantenerse en el poder por tanto tiempo? La respuesta, queridos lectores, no es tan sencilla como una lista de malas decisiones económicas y represión política.
Venezuela, con su vasta riqueza en recursos naturales, especialmente petróleo y su posición geográfica, siempre ha sido una ficha clave en el tablero de ajedrez geopolítico mundial. Aquí, el juego del poder no se juega con las reglas tradicionales de la democracia y la voluntad popular, sino con alianzas secretas, favores económicos y, por supuesto, un no tan ligero toque de intimidación. ¿O es que acaso alguien piensa que los millones de barriles de petróleo no tienen nada que ver con el apoyo incondicional de ciertos países a la dictadura?
La estrategia geopolítica del régimen
El régimen venezolano ha sabido explotar su posición geoestratégica, utilizando su petróleo como una moneda de cambio para comprar lealtades y asegurar su supervivencia. Mientras los líderes mundiales hacen declaraciones grandilocuentes sobre la democracia y los derechos humanos, muchos no pueden resistirse al encanto de un suministro de petróleo seguro y constante. Al final del día, el poder tiene un precio, y en el caso de Venezuela, ese precio está literalmente en su suelo.
Así, la estrategia geopolítica del régimen no solo ha sido mantener el control interno mediante la represión y la propaganda, sino también asegurarse de que los jugadores clave en la arena internacional tengan un interés personal en su permanencia.
Y mientras tanto, el pueblo venezolano sigue sufriendo las consecuencias de este juego de poder. La inflación descontrolada, la escasez de alimentos y medicinas, la inseguridad rampante y la desesperanza generalizada son solo algunos de los precios que se pagan en esta partida de ajedrez geopolítico.
En resumen, la situación en Venezuela es un recordatorio de que, en la lucha por el poder, los ideales de democracia y libertad a menudo se ven sacrificados en el altar de la conveniencia geopolítica. Y mientras los poderosos juegan su juego, son los ciudadanos comunes los que pagan el precio más alto.
Porque en el tablero de ajedrez geopolítico, cada movimiento tiene sus consecuencias, y en el caso de Venezuela, esas consecuencias son terriblemente reales para millones de personas.
Juan José Salamanca Villegas
@juanjosesalamancav
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