Por: Óscar Rodrigo Campo Hurtado
Con comprensión a lo que vivimos, entendemos y recibimos, la medida tomada por el alcalde de la capital caucana, y otros mandatarios del departamento, respecto a un toque de queda para la noche de hoy y amanecer martes, su propósito: evitar aglomeraciones de gente alrededor de las alboradas habituales que le dan la bienvenida a diciembre. En particular siempre he sentido en estas fechas una sensación agridulce, diciembre se entiende como el mes de la felicidad y de la generosidad, sin embargo, el vacío de los que han muerto, la imposibilidad de viajar de los que están lejos, las diferencias marcadas de los que tienen a los que no, me han generado un contraste de lo que también tiene de alegría, de compartir, de encuentro y de felicidad.
Recuerdo mi niñez cuando viajaba los diciembres a Calarcá, era el encuentro con mi familia materna, meneando la cagüinga al claro del maíz, la natilla no daba espera, pues había llegado diciembre, el mismo mes que abría espacio a algo mágico, los alumbrados no se hacían esperar, y la sonrisa en los rostros de la gente parecía una constante. ¿Cómo olvidar las alboradas en la urbanización antigua en Popayán? era el encuentro de los amigos, con la disposición absoluta a pasar derecho en la noche del 30 de Noviembre a la madrugada del primero, con gorras y ruanas, pero sobre todo con el aguardientico Caucano, amenizando el corrillo de anécdotas y las bromas de madrugada, recuerdo a: Marino Erazo, Carlos Ariel, Jaime Velasco, John Mazo, Héctor Gil, al mono Valencia Folleco, a Cheché, a Toñito Muñoz, al médico Forero, a Liliana vela, a Andrés Gómez, a Fernando Muñoz el anfitrión de todos los remates y a todos los vecinos armados de entusiasmo y mucho gozo para recibir Diciembre y a renglón seguido alistar la noche de las velitas siete días después.
Y desde luego, las novenas del niño Dios, las mismas que compartí con un grupo maravilloso de amigos muchos años, convencidos de sus posturas de izquierda en la política, pero con el corazón decembrino cargado de música, tamboras y flautas, rosquillas, manjar blanco, rezando con un fervor infinito las novenas cada noche, de no creer por Carlos Gaviria u Orlando Fals, la pasábamos del carajo y sobre todo con un ambiente muy familiar, nuestros hijos se agrupaban entre sí para cantar La Lora, el caimán, campana sobre campana, noche de paz, y a fe, que escuché varias veces la internacional socialista. Recuerdo a todos estos amigos y sus familias: Héctor Arcos, Walter Aldana, Chuchito Chanclas QEPD, Fausto Gaviria, Alex Díaz, César Muriel, Germán Callejas, Fausto y Victor Collazos, el recién inmolado Gustavo Herrera, Olguita y el flaco Guillermo. Y no podía faltar el único día que gastaba Javier Paz Suárez, todos los 31 de diciembre en las tardes nos invitaba a varios de sus clientes ingenieros al drive in Carantanta, iniciaba con un whisky muy fino a recibir uno a uno los invitados, pero al transcurrir las horas el whisky iba mermando su categoría, contrario al léxico y a los chismes que iban subiendo de tono y cuando menos pensábamos: “jueputa las 11, nos van a regañar” cada uno salía para su casa. Un fuerte abrazo a Javier y a Emiro que no se pierde la movida de un catre, a los colegas: maní, mazo, Carlos Hernán, el Orejón, Felipe, Calvo, Holman, Chonto y su hermano El viruñas y todos con quienes compartimos esos entrañables momentos.
Tantos recuerdos y fechas, diciembre está recargado no solo de calorías, también de actividades y de encuentros, esta vez, la pandemia detendrá gran parte de estos festejos, hoy iniciamos con toque de queda, pero el júbilo encendido y las ganas que tenemos todos de dejar rápido este 2020, nos hará mantener conectados celebrando cada momento, desde el recuerdo y el anhelo de que vendrán épocas mejores.